17.7.06





Distinta!!

Hoy con detención, me miré al espejo, y a través de mi rostro mi alma. No lo hice intentando filosofar y tampoco con la intención de entrar en lo que muchos llamarían cuatiquerías. Simplemente, cuando miré mi pelo, una vez más lo vi distinto, me acordé del castaño, del largo y negro; del corto y rojo, del cobrizo, del castaño con mechas, del caoba, del nuevamente cobrizo...no sé que tipo de trastorno tendré, seguramente uno no muy grave, pero no puedo evitar dármelas de frustrada peluquera y hacer con mi cabeza cuánta cosa se me ocurre.... en tantos intentos certeros y fallidos, ya le he perdido el miedo al ridículo.

Y me vi distinta, es increíble como cambian tus facciones según el largo y color de la cabellera.
Me pregunté si esos cambios sólo han involucrado mi aspecto, o si con ellos también ha cambiado mi alma.
El cuerpo encierra el alma?, o el alma limita al cuerpo? Preguntas que no soy la primera en hacérmelas.
No hice grandes intentos por responderme, quizá motivada por el temor a que no coincidiera con lo que concluí interna y personalmente. Pero luego vino una que me tiene hasta ahora un tanto concentrada y reflexiva... ¿sigo siendo la misma? Una nueva versión de mi misma?...la misma con algunos cambios?

Tal vez, no sólo los gatos tengan 7 vidas, quizá he muerto muchas veces y vuelto a la vida otras tantas, quizá sólo muriendo los cambios pueden tener efecto... algo así como cuando modificas algo en tu computadora y debes reiniciarla para obtener los resultados.

El cómo luce mi pelo, tal vez sólo sea una excusa para una revisión interna, tal vez en un día cualquiera como hoy, mis canastos rotos, esos que han dejado caer demasiada fruta madura, han decidido agitar banderas de colores para llamar mi atención... sí, quizá sea hora de volver a tejerlos y de volver atrás al encuentro de lo caído.

En palabras simples, volver a mis cuerpos muertos, burlar el paso del tiempo y comenzar a construir algo que no me haga buscar excusas para fiscalizar mi andar. Algo... que me haga mirar al espejo y no encontrar ahí sólo un reflejo de mi misma, sino más bien... a mi misma.

En todo caso, en un día cualquiera como hoy...-concluyo- ni mi alma, ni mi cuerpo, ni mi reflejo, son dignos de importancia, cuando en este mismo instante, lo peor de los hombres cae sobre otros hombres, a través de misiles, que si ciertamente tuvieran vida y fuesen juzgados no derramarían lágrimas si su destino fuese desaparecer.
“...cae sobre otros hombres...” Hombres que tal vez merecen igual o mucho más que los gatos y yo, una oportunidad de revivir... Y no la tendrán.

2 comentarios:

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...

Uno de los misterios más sobrecogedores para el hombre es, sin lugar a dudas, la imagen femenina. Nunca sabes cómo va a reaccionar porque siempre está un paso delante de nosotros. A más de alguno le ha ocurrido alguna vez que, sin quererlo, se ha visto envuelto en una de las situaciones más complejas que tiene lugar cuando interactuamos con el sexo femenino. La pregunta ¿Cómo me veo? parece ser uno de los dilemas más singlares por lo debe atravesar el hombre en algún momento de su vida. El tema es qué responder en aquella difícil circunstancia. Basta tan sólo una reacción de inseguridad para escuchar: ¿Me veo mal cierto? desencadenando, de este modo, una secuencia inevitable que requiere necesariamente de una readaptación a los nuevos esquemas. Lo que para nosotros puede resultar algo sencillo puede no serlo para la mujer y, más aún, tocante a un tema tan delicado como el aspecto estético. No hay duda: La revolución de las tinturas ha dado paso a la insurrección de los cabellos subyugados. Lo que ayer veíamos ‘rojo y desmechado’ hoy lo vemos ‘negro y azulado’. Estos sucesivos e inesperados cambios estéticos han desencadenado un paradigma al cual, por el momento, no le veo solución. La pregunta que surge entonces es ¿Por qué? Y ellas responden: ‘Es que me cansé de andar siempre igual’. Lo curioso es que, después de realizado el cambio, sale a flote un nuevo conflicto interior. Da la impresión que uno de los temores más grandes que vive la mujer -no todas por supuesto- tiene lugar frente al espejo: ver y no aceptar lo que se ve. Tal vez, esta inseguridad sea producto de aquel anticuerpo generado por el siempre malintencionado ‘qué dirán’. Es lamentable pero vivimos días en que la imagen -al contrario de lo que expresa cierto eslogan publicitario- es lo más importante. Discriminamos por como se visten los demás, como se peinan o tiñen el cabello, como hablan o se ríen, etc., sin darnos cuenta de lo que realmente es importante. Tus letras me trajo a la cabeza cierta metáfora africana alusiva a las ‘máscaras’. Nacemos, crecemos y morimos empleando máscaras que nos recuerdan muchas veces aquello que no queremos ser. Cambiamos de máscaras todo el tiempo y lo que queda de él lo utilizamos en descubrirnos nuevamente. Al final, la verdad es evidente: sea cual sea nuestra máscara seguimos siendo los mismos. Tus palabras finales encierran la trascendencia de todo esto…dijiste que pretendías filosofar y terminaste haciendo todo lo contrario. Me pregunto si acaso el hombre está condenado a ser esclavo de sus palabras obrando siempre en contra de su naturaleza.
a/c

 
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