Por eso amo las letras… Porque dejan de serlo cada vez que encuentro en ellas la sonrisa perdida, porque se disfrazan evitando la rutina, porque se convierten en la excusa perfecta para pensarte.
Las amo, porque me enfrentan a lo que más temo, porque desafían mis ideas inconclusas e infundamentadas. Las amo porque envían regalos inesperados y… las amo, porque te trajeron de vuelta.
Ahí estás, en ellas, más deseable que nunca, más encantador que el último día, más honorable y razonable que cualquier teoría clásica de algún hombre reconocido. Ahí, inconfundible detrás de tres signos que podrían ser sólo tuyos... Ayer los encontré y luego lloré mil sonrisas en todos los espejos y rostros que se atravesaron en mi camino. Desterré a los fantasmas que solían tocar mi guitarra, pues hoy era mi turno, recordé los acordes compartidos, y a través de mi voz escuché la tuya. Fue como despertar y verme aún dentro. Saber que estoy ahí, en la fuente de tus pensamientos, es como recibir un galardón por haber creído siempre que las personas somos en fin lo que construimos y que cualquier circunstancia dificultosa, morirá sólo en eso.
Ojalá no me equivoque, y sea ésta, la hora de la comunión, la hora de darle otra oportunidad al destino, a la vida, a ese cielo humanizado…
No me importa qué tan arraigada en ti esté, no me importa si el amor ya no alcanza. Sublimo el “estar”, sublimo que “estés”.
Aquí, al otro lado de tus letras, hay buenos deseos.
mev: hay un alma que te piensa, te imagina y te bendice, y que… poco entiende este tiempo de ausencia, de silencio, de ignorancia, de soledad.
Varios días han transcurrido luego de tu escrito. Ojalá la intuición me hubiese llevado a abrir antes mi libro de visitas; habría anticipado esta dicha que ya no me cabe.
Ahora no me queda màs que buscarte.
Prometo que ya no temo a morir en el intento.